AFRICA

Leer una de las novelas de Alberto Vázquez Figueroa ha sublevado el impulso de plasmar sobre este papel los sentimientos que me produjo, dispuestos para aquel o aquella que desee conocerlos.


África, la hija bastarda de la envejecida Europa, es maltratada e incluso abandonada por aquella mano maternal que una vez vio saciada su ansia de placer, horrorizada del fruto que dio a luz, la despreció como si de un desperdicio se tratase. Pero antes supo crear a ese ser que lleva dentro y que hasta ella, asustada de su condición, no ha sido capaz  de revelar en sí misma, sino más bien de proyectar en esa pobre tierra.

Del paraíso terrestre no ha quedado más que el rastro de un vago recuerdo donde ya ni el “dios” impuesto por el hombre blanco es capaz de asomar el corazón.

Repudiamos a los inmigrantes –“no son de nuestra tierra”, “aquí no hay espacio para todos”- que ironía… A esa pobre tierra que tiempo atrás profanamos y repartimos como si de un pastel se tratase, y ahora no queremos que nos hagan lo que una vez nosotros hicimos con ellos. “Pobres niños que se ven obligados a coger un arma a tan dulce edad”. Dulce edad… comentamos mientras miramos sus tierras en un intento por destruir a aquellos seres que ahora nos traen problemas.

Dejamos que enfermedades y desnutrición hagan su aparición en una magnífica labor de la cual no queda ni huella y que ahora se intenta paliar con acciones “cristianas y humanitarias” de las cuales no llega ni un mínimo por ciento que les ayudara ni siquiera a respirar.


Lo más triste es que casi nadie hace nada por remediarlo, lo más triste es que ese anuncio televisivo se olvida, como se olvida una pesadilla, lo más triste es la que escribe se olvidará de sus propias palabras… pero lo aún más triste es que ellos vean la vida como la muerte, y la muerte como la vida.


Fdo. María Reme Arregui                                     Málaga, septiembre de 1999.

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