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El tiempo no borra todos los besos

El tiempo no borra todos los besos. Algunos, como el primero, aún sin ser el mejor, se preservan en un rincón aguardando ser revividos en tiempos de nostalgia. Yo, que había vivido muchos besos y toda la magia del momento, aunque todos ellos en la seguridad de mi imaginación, me encontré con el chico que lo cambiaría. De vacaciones, en las fiestas del pueblo, recuerdo llegar y ver su bonita sonrisa. De repente, no podía dejar de buscarlo con la mirada. Su cercana presencia me alteraba el “sentío” y me preguntaba qué me estaba pasando, mientras se dibujaba en mi rostro la típica sonrisa bobalicona que me delataba. Me fui a casa sin que supiera de mi existencia y que me moría por conocerle. Al día siguiente, las fiestas me brindaron otra oportunidad. Iba con mi mejor amiga del pueblo y me atreví a contarle quién me había robado la tranquilidad, cuando, para mi sorpresa, me comentó que era su primo y que me lo presentaría.  A pesar de los nervios y estar casi segura que tropezaría mientra

¡Soñando!

El cielo estrellado, sobre la jábega, en la calmada bahía de Málaga, me mostraba a un Zeus convertido en toro en su intento por conquistar a la princesa Europa. Todo se volvió borroso; tragué agua mientras intentaba subir a la superficie. La mirada del ojo fenicio me aventuró que la suerte estaba conmigo. En la orilla de la solitaria playa pude vislumbrar como una sombra pintaba algo sobre un lienzo; cuando llegué no encontré a nadie. Aturdida, confusa, abrí los ojos, frente a mí estaba el metro de Málaga, que en un suspiro me había contado su gran historia.   

Cuando el miedo se va

No pretendo hablar de los tiempos que corren, que me daría para escribir un libro y bastante extenso, y de la inevitable risa que me provoca el escuchar la palabra crisis, ese eufemismo que usan los políticos para poder atentar contra los derechos humanos... algunos mercenarios del capitalismo salvaje, otros marionetas peleles de los más listos. Pero si pretendo dejar en sus memorias lo que esta compleja situación actual me ha aportado. Ha cambiado por completo el paradigma en el que vivía, ajena a todo, adormecida dejándome llevar por la corriente sin ni siquiera darme cuenta, y adoctrinada por cada pieza que constituye el puzzle que evita que desencajes en este sistema tan perfectamente constituido. He aprendido que no hay arma más poderosa que exista para controlar al ser humano que el miedo, y he visto sus nefastas consecuencias. Me he sentido oprimida, encarcelada, frustrada y engañada en un mundo en el que nada es lo que parecía, he sentido odio y rabia hacia aquéllos que hacía c

Designios de la iglesia

Cuando echo un vistazo por la actualidad, observo el fiel el reflejo de una sociedad arcaica y conservadora, en el cual el tiempo parece haberse estancado, temeroso de derrumbar el viejo y fastuoso sistema que convive con el hombre desde los inicios de su existencia; en cambio, contenta a éste, cubriendo la realidad con seudónimos idealistas en los que es más fácil creer, que morir viviendo en la cruenta verdad de la existencia. Todo este laberinto de ideas, refleja la pretensión de concretarlas en un punto preciso, reducirlas al tema que me ocupa: el eclesiástico. Al leer en una revista la prohibición expresa de tomar la píldora abortiva a las mujeres kosovares violadas por los servios, por la simple razón de que “el vaticano no lo cree ético”, mi rebeldía comprendió que una vez más el mal escapa en su propósito hacia la victoria. La iglesia oligárquica, una de las falsedades más grandes jamás creadas, es capaz de perdurar en el tiempo, volviendo a juzgar sin ton ni son. ¿ Acaso tendr

AFRICA

Leer una de las novelas de Alberto Vázquez Figueroa ha sublevado el impulso de plasmar sobre este papel los sentimientos que me produjo, dispuestos para aquel o aquella que desee conocerlos. África, la hija bastarda de la envejecida Europa, es maltratada e incluso abandonada por aquella mano maternal que una vez vio saciada su ansia de placer, horrorizada del fruto que dio a luz, la despreció como si de un desperdicio se tratase. Pero antes supo crear a ese ser que lleva dentro y que hasta ella, asustada de su condición, no ha sido capaz  de revelar en sí misma, sino más bien de proyectar en esa pobre tierra. Del paraíso terrestre no ha quedado más que el rastro de un vago recuerdo donde ya ni el “dios” impuesto por el hombre blanco es capaz de asomar el corazón. Repudiamos a los inmigrantes –“no son de nuestra tierra”, “aquí no hay espacio para todos”- que ironía… A esa pobre tierra que tiempo atrás profanamos y repartimos como si de un pastel se tratase, y ahora no queremos que nos h

PROFANACIÓN A LA LITERATURA

Que somos humanos, en cierta medida, me consta; y digo esto porque es algo de lo que comienzo a dudara o tal vez debería decir que es algo de lo que nunca he estado segura. Quizá mi problema radique en que no consigo adivinar si esta peculiar palabra designa lo que mis ojos ven como contrario. Y quedando mi duda aún sin resolver (y me da que por mucho tiempo), diré que mi controversia no es otra más que la indignación que siento al descubrir que el ingenio que el hombre posee pueda ser sustituido de una forma tan ridícula por un aparato que carece de comprensión, de sentimientos, de vida… Explíquenme, si no, el hecho de que un arte como el de crear literatura haya sido traspasado del hombre a un simple ordenador. Por si no están enterados, les diré que, gracias a un programa que acaba de ver la luz, escribir un libro es tan fácil como irse al ordenador, introducir los personajes que quieres que aparezcan en su novela y él solito le escribirá una historia de las mil combinaciones que de

pecados de familia

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Lucía sabía que los pecados de los padres se heredan; lo que aún tenía que descubrir es hasta qué punto estos podrían condicionar su vida. Se había repetido mil veces que ella no seguiría los mismos pasos que su madre. Le parecía tan obvia la felicidad, que no podía comprender por qué su madre se complicaba tanto la vida procurando ser una infeliz. Esto habría de causar una brecha entre ellas tan profunda como la de la vieja casa donde se habían criado, ese resquicio por donde se empieza a resquebrajar toda la seguridad que conforma la estructura del hogar y de la familia. –Yo no sé nada, el dinero solo lo usé para comprar los hilos que me pidieron –. Una bofetada en la cara le recordó que por más que se hubiera casado con su hijo, ella siempre seguiría siendo la criada de esa agrietada casa. Antonia se echó a llorar; imploraba que su marido Juan volviese pronto del campo. Pero los quehaceres de la tierra y los vinos en la taberna poco tiempo le dejaban para su nueva y serv